Por qué no podemos dejar de apresurarnos

Un amigo y yo nos recordamos regularmente de un segmento de noticias de radio que escuchó años atrás. La reportera concluyó la historia, sobre un caos de retrasos en el Long Island Rail Road, con la frase: “Estos viajeros están listos para que este día termine de una vez por todas”. Por supuesto, el mensaje era que los viajeros querían llegar a casa, cenar y acostarse de una vez. Pero la finalidad de “de una vez por todas” daba la sensación de que los viajeros estaban tan hartos que querían terminar ese día y todos los días. O, como escribió mi amiga: “Seguramente en algún momento el día terminará definitivamente de una vez por todas para cada uno de nosotros. ¿Es hacia eso que estamos apresurándonos?”

Esta obsesión por terminar con las cosas, por vivir la vida como una lista interminable de tareas, es ridícula. A veces me encuentro disfrutando de un momento agradable, cenando con amigos, por ejemplo, y noto un deseo insistente de que la cena termine. ¿Por qué? ¿Para llegar a la siguiente cosa, a quién le importa qué es la siguiente cosa, solo sigue adelante. Sigue apresurándote, incluso en las partes buenas.

En el poema “Hurry” de Marie Howe, describe correr recados con un niño a cuestas. “Date prisa cariño, digo, date prisa,” urge, mientras el pequeño corre para mantenerse al día. Luego se pregunta: “¿A dónde quiero que se apure? ¿A su tumba? / ¿A la mía? ¿Donde un día pueda estar completamente crecida?”

Este no es un consejo novedoso, detente a oler las rosas, estar aquí y ahora, desacelerar. Pero no es fácil de seguir. Nuestra cultura, ahora como siempre, recompensa la prisa. La máxima del Silicon Valley “Hecho es mejor que perfecto” puede ser constructiva cuando se aplica a la procrastinación. Pero la aplicamos a situaciones en las que “hecho” no es necesariamente un objetivo deseable.

LEAR  En París, los Juegos Olímpicos Limpiaron su Acto.

Desde mi incidente en el metro, he estado tratando de notar cuándo estoy apresurándome, física y psicológicamente. “¿A dónde vas?” me pregunto a mí mismo. “¿Y por qué estás tan apurado?” Esa pausa ayuda a poner un poco de espacio entre aquí y allá, y podría, con suerte, evitar futuras miserias.