Comenzó su primer discurso como presidenta agradeciendo a su mentor político y predecesor en el cargo más alto, Andrés Manuel López Obrador, llamándolo “el líder político más importante y guerrero social en la historia moderna de México”. Además, afirmó que él se retira del cargo con “el mayor amor de su gente”.
En ese aspecto, ella no está equivocada. López Obrador es profundamente amado por sus seguidores y sus niveles de popularidad en sus últimos días en el cargo fueron más altos que los de cualquier otro presidente en la historia mexicana.
Sin duda, él deja unos zapatos muy grandes para ella llenar, pero la Presidenta Sheinbaum fue rápida en señalar que no se sentía intimidada. “Es hora de las mujeres”, dijo entre aplausos de los legisladores del partido gobernante. “Las mujeres han llegado para moldear el destino de nuestra hermosa nación”.
Al presentar su agenda como presidenta, quedó claro una vez más que la visión de México de López Obrador había proporcionado un amplio plan. Instó a la gente a evaluar, utilizando datos concretos, lo que se había logrado en los últimos seis años. “¿Cómo se sacaron de la pobreza a 9.5 millones de mexicanos?” preguntó. “¿Cómo se redujo el desempleo? ¿Se creó un mayor bienestar? ¿El salario mínimo se incrementó varias veces, pero no la inflación?”
Su conclusión fue simple: a través del “humanismo mexicano”, nombre que ella da al proyecto político que ha compartido con su mentor, López Obrador, durante gran parte de dos décadas.
Naturalmente, sus detractores impugnarán la imagen optimista de la economía mexicana que pintó. Sin embargo, Sheinbaum prometió “consolidar el servicio de salud en el sistema de atención médica pública gratuita de mayor calidad” y crear otros 300,000 lugares en educación superior en nuevas escuelas secundarias y universidades públicas.
“La salud y la educación son derechos del pueblo mexicano, no privilegios ni mercancías”, insistió.